Mucho se cuestiona al presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, por un “operativo fallido y precipitado” que obligó a la liberación de un delincuente criminal, posterior a refriegas de bala que causaron psicopatía en la población de Culiacán, Sinaloa.
Entre los calificativos que le acreditan al mandatario nacional (más que a los integrantes del gabinete de seguridad nacional), destaca el de la cobardía.
Vayamos a la Wikipedia y leamos el significado de esa palabra.
De acuerdo a la etimología, “la cobardía es el miedo o falta de valor ante situaciones difíciles, peligrosas que conllevan cierto riesgo. Es la acción propia de un cobarde”.
En ese sentido, “la cobardía es un vicio que comúnmente se considera como la degeneración de la prudencia, lo que conlleva a la anulación del valor. El exceso de prudencia es tal, que es incapaz de encarar consecuencias. Por eso en muchas culturas se desprecia la cobardía. Y, en contrario, el Valor se recompensa y se anima”.
Entre los sinónimos de cobarde se acreditan las siguientes palabras: miedoso, pusilánime, tímido, atemorizado, temeroso. Y en contrario a cobarde, tenemos al valiente o decidido.
Por lo tanto, las personas cobardes serían aquellas que, ante una situación de dificultad o enfrentamiento, se sienten invadidas por un miedo que no les permite actuar con valor.
En ese marco ubiquemos a la cobardía exhibida el jueves 17 de octubre en Sinaloa.
Aceptemos que hubo una actitud pusilánime del Gobierno de la República, llámese presidente o secretarios de Seguridad y de la Defensa Nacional, al no concretar la detención formal de un delincuente criminal, con todas las consecuencias que pudieran derivarse. (La recompensa del Valor que asumieron al aceptar su responsabilidad, ciertamente anima y reconforta, aunque no sea suficiente).
Pero hubo y hay cobardía en otras partes.
En el mini regimiento delincuencial que bloqueó calles, colonias, disparó sus armas contra quien fuere y lo más cobarde, rodear las casas de las familias castrenses, amenazando con matar a mujeres y niños, en lugar de enfrentarse directamente contra los militares, arma con arma.
Cobardía del líder delincuencial que a sabiendas de su detención, instruyó el chantaje criminal, en lugar de asumir su responsabilidad de los delitos cometidos.
Cobardía de un gobernador estatal, que no asomó la cara, sino hasta cuatro horas después del caos que imperaba en la ciudad. Y lo hizo, solamente para pedir tranquilidad a la población y que se resguardara en sus domicilios para evitar mayores consecuencias. Tímido y pusilánime en la conferencia de prensa que ofreció el gabinete de seguridad cuando se informó en Culiacán de los hechos.
Cobardía de las corporaciones de Policía Municipal y de Tránsito de Culiacán, que ese jueves no apareció con ningún elemento en la ciudad, desde el mediodía. (¿Sabrían de antemano lo que sucedería?) Ah, pero eso, si, muy valientes, los fines de semana para encubrirse en calles y avenidas para extorsionar a conductores, por presunto grado de alcoholismo.
Cobardía de ciertos medios de comunicación y periodistas que no cuestionaron al gobierno local, por la proliferación de vehículos sin placas, camionetas y torton blindados, sin placas de circulación, o con placas falsas, cuyos conductores, obviamente portan licencias falsas. (NO está enterada la Secretaria de Vialidad y Transporte)
Cobardía de algunos comerciantes, marisqueros, taqueros, restauranteros, plazas comerciales, lavados de autos, boutiques, barberías y otros negocios surgidos al amparo de lavado de dinero proveniente del narcotráfico, que prefieren esa economía blanqueada, que denunciar a los narcos.
Cobardía de los compradores de dólares que se ubican en la zona del mercadito al oriente de Culiacán, a donde llegan todos los buchoncitos de la sierra a cambiar sus dólares provenientes del narcotráfico.
Cobardía de agencias de automóviles que venden vehículos del año, a precios de contado, pagados en dólares y no denuncian a los compradores, sabiendo que son “finísimas personas del hampa sinaloense.
Y así, podemos extender la lista de cobardes, últimamente los que se escudan en las redes sociales, para censurar al gobierno federal por lo ocurrido en Culiacán. Cobardes que no dan la cara, que no acuden a votar, que no se solidarizan con las manifestaciones de protesta, contra las injusticias y violaciones a los derechos humanos, que no cumplen con sus obligaciones fiscales, que no pagan impuesto predial, que no respetan la civilidad en su región.
Asumamos la responsabilidad de la cobardía o el valor que nos corresponde a todos y cada uno como ciudadanos.