Interlocución Gobierno-Prensa
Por el contenido de sus escritos y comentarios expresados en espacios de los medios de comunicación, tal parece que a ciertos periodistas que generan opinión en el país les mortificó la salida de Julio Sherer Ibarra más que ni a los empresarios o miembros de organismos civiles no gubernamentales.
Y es que los hombres del poder, presidentes de la república o gobernadores, casi siempre tienen entre sus colaboradores a un personaje que sirve de enlace o interlocutor con los medios de comunicación, en especial con periodistas fustigadores, independientemente, del jefe de prensa oficial.
Comentamos lo anterior, porque hemos contemplado en Sinaloa esa interlocución que se da entre el gobernador del estado con periodistas críticos o censores, al margen de la responsabilidad oficial del jefe de prensa.
Antonio Toledo Corro tenía como jefe de prensa a Cuitláhuac Rojo Robles, quien desigualaba la atención a medios informativos, por lo que encargaba a Atalo de la Rocha y Agustín Jaime López Montoya conllevar la relación con periodistas disidentes.
Francisco Labastida Ochoa se trajo de la Ciudad de México como jefe de prensa a un zacatecano, Ignacio Lara Herrera, quien desconocía el estado de Sinaloa y pronto fue cautivo de los periodistas locales que lo sometieron a sus caprichos periodísticos. Sin embargo, Labastida nombró a Cuauhtémoc Lazcano Meza para la atención a corresponsales de prensa nacional. Era una relación diametralmente opuesta a la que desempeñaba Lara Herrera.
Luego, llegó Renato Vega Alvarado, quien tenía cierta fobia por los periodistas, porque lo habían cuestionado por haber nacido fuera de Sinaloa. No era muy afecto a atender a los reporteros; por lo tanto, Francisco Frias Castro, quien era el secretario general de Gobierno se reunía con frecuencia con cuatro o cinco periodistas con quien intercambiaba opiniones sobre la política del estado.
Antes de que Renato nombrara a su jefe de prensa, se produjo una reyerta entre los que se disputaban la coordinación de comunicación social. Vega; optó por traer de la ciudad de México a un experimentado jefe de prensa: David López Gutiérrez, quien no hizo desigualas con los medios de comunicación, ni con ningún periodista. Hasta el más intrascendente escribidor era atendido en la Coordinación de Comunicación Social. Incluso, en ese sexenio fue la única ocasión que hubo sala de prensa en Palacio de Gobierno.
Juan Millán Lizárraga nombró a Rosa del Carmen Lizárraga como responsable de la Comunicación Social, quien atendía la responsabilidad de la información y las relaciones públicas normales. Sin embargo, Millán tenía a Abraham Velázquez Iribe como interlocutor con algunos sectores y periodistas. Joaquín Vega Acuña también se encargaba de otros enlaces. De tal manera que Millán no dejaba cabos sueltos para informarse y palpar el sentir de los sinaloenses. Hasta a su principal discrepante invitaba a comer al Palacio de Gobierno para escuchar de viva voz las desconformidades de su gobierno.
Jesús Aguilar Padilla era áspero con los periodistas; nombró a José Domínguez Rodríguez como titular de Comunicación Social, quien desempeñó una labor estrictamente burocrática. Aguilar tenía a dos que tres periodistas consentidos a quienes atendía personalmente e intercambiaba opiniones sobre la política del estado. Desde el inicio de su gobierno, Aguilar tenía en mente a su compadre y socio, Jesús Vizcarra Calderón, para sucederlo, por lo que éste hacía relaciones públicas con un grupo de periodistas que lo alentaban.
Llegó Mario López Valdés y tuvo presiones de poderes fácticos para nombrar a su jefe de prensa. Se impuso el juicio personal de Malova y nombró a Elisa Pérez Garmendia, quien a pesar de ser vilipendiada en la campaña política por periodistas afines a Jesús Vizcarra, atendió profesionalmente su labor ante los medios de comunicación. López Valdés, sin embargo, procuraba reunirse con un grupo de columnistas para intercambiar opiniones, y por otra parte, Gerardo Vargas Landeros copto a un grupo de periodistas del norte y sur del estado para matizar la información del gobierno.
Y Quirino Ordaz Coppel nombró a Jesús Alberto Camacho García para encargarse de la Comunicación Social, pero desde su campaña política, siempre se reunió con un grupo reducido de periodistas y limitaba su atención a pocos medios de comunicación. Nunca se acercó a disidentes, aplicando la máxima de Carlos Salinas: Ni los veo ni los oigo.
El doctor Rubén Rocha Moya ya adelantó que Adriana Ochoa del Toro, será la responsable de Comunicación Social. En sus cargos anteriores, Rocha no ha hecho diferencias en el trato con los medios de comunicación. Sin embargo, se advierte que Melesio Cuén, de ser incorporado en el gabinete, tendrá a un grupúsculo de periodistas que lo promueven desde ahora a otros alcances mayores en la política. Será una dualidad de la Comunicación Social del futuro gobernador con el sector periodístico.
A ver si no les resulta contraproducente.