Senadores impulsaron a Zamora, por el proyecto presidencial del 2024
-*Aquí hay más de dos cientos kilos de puro rock* – exclamó Mario Zamora después de registrar su candidatura de la alianza PAN-PRI-PRD a la gubernatura de Sinaloa. No se refería al volumen corporal de él ni de Jesús Valdés, sino al peso político del reducto que aún le queda al PRI en el Senado de la República.
Y es que, alucinado porque según es uno de los gobernadores mejor calificados del país y por la “relación cordial” con el presidente López Obrador, Quirino Ordaz Coppel se creyó un estratega máster de la política, pero resultó un fiasco: Le impusieron un candidato desde el Senado y ahora conlleva el dilema de apoyar totalmente (financiarlo, pues) a Mario Zamora o simular para que Rubén Rocha – su ex coordinador de asesores – alcance la gubernatura de Sinaloa.
El mazatleco nunca atendió el consejo de un ex gobernador – al que ha desairado últimamente -, de que en un proceso sucesorio, siempre hay que forjar a unos tres prospectos y alternarlos en la proyección hacia la candidatura gubernamental.
Quirino ilusionó prematuramente a Juan Alfonso Mejía al designarlo secretario de Educación Pública y Cultura. En la cercanía del destape, los priistas genuinos de Sinaloa se crisparon, por los antecedentes conservadores de Mejía, y por ser entenado político-empresarial de Claudio X. González, enemigo acérrimo del presidente López Obrador.
El sedicioso Sergio Torres Félix, a la sazón secretario de Pesca – a pesar de haberle jugado las contras a Quirino en 2016 -, fue el primero en emprender la graciosa huida del PRI-Gobierno. Pensó que si no era Mejía el candidato, el plan B sería Jesús Valdés Palazuelos. Eran los primeros días de noviembre de 2020. Y Torres se fue con la finta y arremetió contra Valdés.
En diciembre, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), dio el fallo definitivo sobre la paridad de género en la postulación de candidaturas a gubernaturas. En Sinaloa, se alucinaron Rosa Elena Millán y Gloria Himelda Félix. Quirino las dejó ilusionarse, pero no estaban en su ánimo, mucho menos en las carpetas de observación del PRI nacional y del Senado.
Se empezó a desmoronar la candidatura de Mejía López. Quirino iba y venía a la Ciudad de México; buscaba acomodar sus fichas, pero sin cavilar en un reducto político pesado con cierta fuerza que le queda al PRI: El Senado de la República.
Era tal el alud quirinista, que hasta el más bizantino comentarista político de Sinaloa, incluía a hidrófilos e imberbes pretensos como Ricardo Madrid, Sergio Jacobo y Javier Lizárraga. O repetían los nombres de los perpetuos aspirantes Aarón Irizar y Alfredo Villegas.
No contaban con la astucia del hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, del ingrato Miguel Ángel Mancera y del impío de Jesús Zambrano, senadores que suspiran por un desquite político contra López Obrador en 2024.
Por eso la expresión de Mario Zamora Gastelum cuando registró su candidatura: - *Aquí hay más de 200 kilos de peso de rock* -, No se refería al volumen de él, ni de Jesús Valdés, sino al peso político de los senadores que lo apoyaron para alcanzar la postulación a la gubernatura.
Ya otros charlistas del país y de Sinaloa han comentado los preludios del destape zamorano y coinciden en que a Quirino le arrebataron los dulces de la mano por su candidez política. Lo menos que han dicho es que le dieron una sopa de su propio chocolate, porque él siendo diputado federal por el PVEM, fue impuesto candidato desde el centro del país.
Por ello, el dilema de Quirino de mostrar su propensión priista de amparar la candidatura de Mario Zamora o disimular y dejar avanzar a Rocha Moya, que al final de cuentas es más de su convicción coincidente con la de su preservadores Jesús Aguilar Padilla y Jesús Vizcarra Calderón.
El tiempo nos dará la respuesta.